
En la encantadora ciudad de Sangüesa, las fiestas anuales eran un evento muy esperado por todos. Las calles se llenaban de colores, música y alegría, y los niños y adultos disfrutaban de cada momento. Sin embargo, en los rincones más tranquilos de la ciudad, había un grupo especial de personas que también esperaba con ansias estas celebraciones: los mayores.
Estos ancianos, que habían vivido tantas fiestas a lo largo de sus vidas, disfrutaban enormemente de los bailes de los gigantes, esos personajes tan queridos que desfilaban con gracia y majestuosidad. Los elogios que recibían los bailarines de los gigantes eran prueba del cariño y la admiración que los mayores sentían por ellos.
Pero no todos los ancianos podían salir a las calles a disfrutar de la danza. Algunos, debido a las limitaciones de la edad, debían ser cuidados en las residencias. A pesar de esto, nunca se les olvidaba, y siempre se buscaba la manera de llevarles un poco de la magia de las fiestas.
Rafa, el director de la residencia donde vive el abuelo de Julen y Leire, era una persona muy atenta y dedicada. Un día, Rafa llamó a la familia para coordinar una visita especial. Quería saber cuándo podrían acercarse a bailar con Leonor, una de las gigantes más queridas, para incluirlo en el programa de actividades que preparaba con tanto cariño para los residentes.
La familia, emocionada por la idea, marcó una fecha y una hora en el calendario. El día señalado, se presentaron en la residencia con Leonor . Aunque inicialmente estaba prevista una sola actuación para todos juntos, se decidió dividirla en dos para que cada unidad de la residencia pudiera disfrutar del espectáculo en su propio rincón.
Siete bailes estaban programados, pero Julen, no dudó ni un segundo en hacer más para que los abuelos pudieran disfrutar al máximo de ese momento mágico. La alegría y las sonrisas de los mayores fueron la mejor recompensa para todos.
Así, las fiestas de Sangüesa no solo alegraron a los niños y adultos en las calles, sino también a los mayores en sus rincones, recordándoles que siempre son parte importante de la comunidad y que nunca se les olvida.

En La primera unidad
La primera parte de la actuación se pudo realizar en el salón, ya que la altura del mismo permitía que Leonor no se golpeara con el techo. Nos emocionó mucho, especialmente el momento en que varios residentes se unieron a cantar “Adiós con el corazón” al unísono

Era hora de la actuación del exterior
En esta segunda unidad, ofrecimos unos bailes en el exterior, aprovechando el buen tiempo. En esta ocasión, tuvimos el honor de que nuestro abuelo también pudiera disfrutar de los bailes.
Unos momentos para poder inmortalizar con el abuelo
En la vorágine de la vida, con prisas y prioridades,
a menudo olvidamos, sus historias y verdades.
Aunque sus anécdotas sepamos de memoria,
recordemos que de niños, nos contaron mil historias.
Devolvamos su paciencia, con amor y atención,
aprovechemos cada instante, con sincera devoción.
Nunca olvidemos a nuestros mayores, árboles de sombra y cobijo,
de sus frutos nacimos, en su abrazo hallamos abrigo.
Sin el ayer, no existiría el hoy, ni mucho menos el mañana,
recordemos siempre su legado, en cada risa y en cada lágrima.
Ellos son la raíz, el tronco y la flor,
en su sabiduría, encontramos amor.